viernes, 16 de diciembre de 2016

El Diablo Sobre Ruedas - 1971


Primera película de Spielberg. Se trata de una Road Movie, y ya se ve el talento que este director demostrará en el futuro para contar buenas historias. Steven Spielberg.
Spielberg presenta a un hombre indefenso enfrentado a un enemigo omnipresente y todopoderoso (a bordo de un camión). Se trata del mismísimo diablo que está dispuesto a arruinar la vida del protagonista, que verá convertido un inofensivo viaje de negocios en una lucha contra su propio destino.
La historia es sumamente sencilla, y Spielberg tan solo puede recurrir al montaje como única herramienta para mantener enganchado al espectador. Es cierto que Spielberg consigue transmitir la inquietud y desasosiego del protagonista mediante el montaje, pero la excesiva cantidad de escenas de carretera acaba mermando la tensión, y por más maniobras de planos que realize llega un punto en que el espectador se habitúa y las imágenes pierden fuerza e impacto. Esto se evidencia en el final, donde no sentimos la emoción propia de un desenlace, y lo que debería ser un clímax apoteósico se reduce a un final algo descafeinado teniendo en cuenta lo que ya hemos visto (y sentido) a lo largo de la película.


El Diablo Sobre Ruedas fue una película para televisión, a Spielberg le dieron diez días para terminarla. La acabó en trece, todo un logro para cualquiera. Para que no se rodase en estudio y poder conseguir filmar todo el rodaje en exteriores, debía cumplir con los plazos de los tres primeros días de rodaje, y el tipo lo consiguió. Este hecho determinó que el film tuviera los bellos exteriores que podemos observar hoy en día. El cineasta se ayudó de un coche bajo de carreras para poder realizar los contrapicados y los adelantamientos del coche al camión y viceversa. Rodó las escenas para ganar tiempo, con cuatro, cinco y hasta siete cámaras (la secuecia final) para poder terminar el encargo con tiempo. Sabía que tenía una oportunidad dorada para asomar la cabeza en el mundo del cine, así que había muchas ganas. Se ensambló en tres semanas y media con cinco montadores currando a destajo. La música minimalista y extraña aparece en los momentos más dramáticos y con mucho acierto.
Dennis Weaver está colosal, durante todo el metraje, ante cualquier situación. Un portento interpretativo. Y, aunque también sea mérito del director, sufres y ríes con él. Y por otro lado, ningún otro camión hubiera estado mejor: gran acierto de casting.

Desde el punto de vista técnico, todo es magnífico. Un montaje soberbio, lo que supone en una película de este estilo aumentar la tensión (de hecho, recuerda mucho al de tiburón). La ayuda de cámara también es magnífica, consiguiendo unos planos hermosos de la persecución. La música, muy ausente durante toda la película, entra justo en el momento que debería hacerlo. Y otras muchas cosas que yo no sé ver, pero que hacen de este director uno de los más grandes de nuestra época.

Siendo realistas, hay que decir que el film argumentalmente es de una nimiedad alarmante, sumamente reiterativo, y si uno se pone a pensar y plantearse diferentes aspectos las lagunas del guión pueden llegar a ser más que evidentes. Los personajes tampoco existen, y es solo el protagonista el que lleva todo el peso dramático de la historia. Mediante una acertadísima voz en off conseguimos meternos dentro de la cabeza de nuestro sufrido héroe de carretera, pensar como él y sentir su misma desesperación ante una situación que lo desborda, no comprende y ante la que se siente completamente indefenso.


Pero la verdadera virtud del titulo reside en sus formas, no en su contenido. Lo que podría haber sido aburrido hasta la saciedad se convierte en un viaje trepidante que no da descanso al espectador en ningún momento. El ritmo que imprime Spielberg a su ópera prima y como trabaja los dos elementos de interés (coche y camión) para que no decaiga la emoción del enfrentamiento es digno de elogio.
El rey Midas de Hollywood ya comenzaba a sacar provecho de todo su talento, maestría de la que se valió cuatro años más tarde para consagrarse con “Tiburón” como uno de los mayores iconos de la industria del cine palomitero, que, en este caso en concreto, no esta reñido con la calidad, ni mucho menos.

Uno de los más destacados debuts de la historia del cine. Con un pulso medido al milímetro, un ritmo trepidante, un montaje lleno de dinamismo, un siniestro camión, un indefenso coche y un escaso presupuesto Steven Spielberg demuestra el mago del cine que es desde su primera película. Como haría en "Tiburón", utiliza la sugerencia para producir miedo, el miedo a lo que no se sabe que es, el miedo a lo que no se puede ver. Una maravilla del cine de acción.


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